Qué pasó con los buenos tiempos, cuando el mundo, para mí,
estaba lleno de colores y emociones tan intensas que me costaba respirar,
cuando el sol brillaba con más calidez en el cielo azul,
cuando el aire era más fresco y siempre cargaba tu aroma,
cuando la gélida lluvia empapaba mi cabello y no importaba nada más que obtener un abrazo tuyo,
cuando traía una sonrisa pintada, en la cara, que no me podía borrar,
cuando me sentía niña de nuevo y disfrutaba de ver las luces nocturnas dejar marcados sus trayectos fluorescentes en mis párpados cerrados,
cuando me recostaba en el pasto húmedo y conforme el rocío mojaba mi espalda sentía que la vida iba cobrando sentido.
Qué pasó con esas esperanzas de una nueva oportunidad de hacer bien todo lo que he hecho mal.
Qué pasó con esa felicidad simple que amé tener, con mis ilusiones, que creí algún día, si esperaba, se harían realidad.
Que pasó con esa sensación de volver a mi infancia, de disfrutar de cualquier cosa, de sentir el corazón latir más vivo que nunca, de creer ciegamente sin saber lo que es sufrir y lo que es decepción.
Qué pasó con los altos y verdes cipreses que impregnaban de fantasía mis tardes, verdes como tu iris.
Qué pasó que ahora cada mes es distinto y ya nunca es diciembre.
Todo volvió a ser tan sólo lo que era; nada...
Qué pasó conmigo.